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DEL DISCURSO PACHAMAMICO E INDIGENISTA A LA DURA REALIDAD POPULISTA COCALERA

Ovidio Roca

El MAS se presentó ante la población boliviana con un discurso pachamamista e indigenista; de defensores de la Madre Tierra y de los indígenas originarios, pero en la práctica realizo todo lo contrario: Facilitó la destrucción de los bosques para sembrar coca, para el negocio de la madera y para consolidar las tomas de tierras, que son una constante. Y en cuanto a los indígenas, al margen de los cocaleros y algunos grupos altiplánicos afines, el resto ha sido apaleado y correteado por los grupos armados del régimen y ni que hablar de la corrupción que llego a niveles nunca vistos. Sin embargo en todos los ámbitos insisten con su discurso del vivir bien, que en el país ya nadie les cree y afuera tampoco.

Aunque el 2014, Evo postulo en la ONU: Un nuevo orden mundial que debe construirse sobre la base de la hermandad de los pueblos y en armonía con la Madre Tierra para el “vivir bien”; él sabe que para mantenerse en el poder necesita apoyo político y esto se logra con plata, y una forma fácil de conseguirla es haciéndose el de la vista gorda con la pachamama y permitir la producción e industrialización de la coca, que según dicen puede cosechar más de cuatro mil millones de dólares por año y eso financia, entre otros, la cadena del contrabando y el comercio informal, que aparte de dar trabajo a mucha gente nos abastece de bienes y servicios y alimentos dando una imagen de bonanza; aunque como daño colateral perjudique a los agricultores y productores nacionales.

Asimismo los masistas nos dicen que no se cumplirá sentencia del TIDN (Tribunal Internacional de Derechos de la Naturaleza) que en su sentencia concluyó que el Estado Plurinacional de Bolivia “ha violado los derechos de la naturaleza y de los pueblos indígenas del TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure) en calidad de defensores de la Madre Tierra” y sanciono al Gobierno imponiendo una serie de medidas para preservar el territorio. La respuesta en la práctica fue, “Yo le meto nomas”.

La madre tierra nos está pasando la factura por nuestro irresponsable comportamiento; el cambio climático empieza a generar catástrofes medioambientales que afectan a millones de personas alrededor del mundo: lluvias, vientos y sequías desmesuradas y a destiempo azotan la producción agrícola y la infraestructura en todos lados. Olas de calor, fríos extremos, huracanes, incendios forestales, aumento del nivel de los mares, inundaciones, sequías y la falta de agua limpia. Fenómenos que, con el paso del tiempo se intensificarán hasta el extremo de crear grandes conflictos humanos por la pérdida de hábitats y de cultivos, lo que induce a una migración ambiental forzada y masiva de hombres y animales.

Nos dicen los expertos que el cambio climático terminara con destruir los ecosistemas y la civilización humana allá por el año 2050, es decir en apenas treinta años; lo vemos venir y nos preocupa, pero nada hacemos para evitarlo como personas y como Estados.

El futuro depende de nuestras decisiones y para frenar el cambio climático y nuestra eventual destrucción, los movimientos ecologistas plantean trabajar armónicamente y a nivel mundial (pues se trata de un solo planeta y un único ecosistema) en las siguientes áreas: Economía sostenible y ecológica. Descarbonización total de la economía, utilizando energías renovables y reduciendo los gases de efecto invernadero. Parar la deforestación y trabajar en la reforestación y conservación de los bosques y sus ecosistemas. Evitar la contaminación de los acuíferos subterraneos y proteger los ríos y cuencas. Eliminar los plásticos que inundan y contaminan las tierras y océanos. Frenar el crecimiento poblacional. Eliminar el consumismo, promover el consumo responsable e implementar el desarrollo sostenible.

En procura de nuestro bienestar y seguridad necesitamos trabajar seriamente para frenar el cambio climático, garantizando así nuestra seguridad alimentaria y nuestra vida; esto implica investigación y políticas de Estado que den seguridad jurídica a los agricultores y la acción responsable, efectiva y cotidiana de cada uno de nosotros cuidando nuestro entorno y nuestro ecosistema.

ovidioroca.wordpress.com

 

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VIVIR Y HACER «OTRAS COSAS» EN EL TIPNIS

Ovidio Roca

La Prensa destaca permanentemente las noticias del avasallamiento del Tipnis y últimamente sobre la invitación del Presidente a dos  Exmandatarios, para conocer la vida selvática y practicar como “hacer del cuerpo” en el monte, es decir defecar.

Como está relacionado con esta área envío el relato publicado el año 2011, de una educativa visita que realice hace sesenta años por los ríos Isiboro y Sécure. Esto fue mucho antes que al área se la declare Territorio Indígena y Parque Nacional (TIPNIS)  y la invadan los cocaleros. Aquí va:
VIDA COTIDIANA CON LOS CHIMANES

Publicado por ovidioroca en Entorno y vivencias personalesPueblos Indígenas tradicionestipnis el 12 septiembre, 2011 |

VIDA COTIDIANA CHIMAN
(El mundo indígena antes de los misioneros, los antropólogos, las ONG,s y los cocaleros)
– Ovidio Roca – 30.3.2011

Para conocer los ríos del Beni, el año 1958 me “cole” a una exploración en busca de uranio hacia las nacientes del Isiboro, a la que partimos desde Trinidad. Navegamos el Ibare hasta el Mamoré, entramos por la boca del Sécure y finalmente llegamos al Isiboro, que en esa época era una región poco conocida, pues aún no habían ingresado los cocaleros al chapare y sus alrededores. Actualmente esta región constituye el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure, TIPNIS

Luego de algunas semanas, navegábamos el curso alto del río Isiboro, cerca del arroyo querosén. En la oración avistamos un caserío que según Pablo Noe, trinitario de Puerto San Lorenzo, era de indígenas Chimanes. El motorista encostó al borde del barranco y ató fuertemente la canoa, subimos hasta las chozas para compartir con la gente, poner fuego, comer algo y pasar la noche. Al día siguiente encontramos la canoa colgada en la empinada barranca y el motor de fuera de borda hundido. Las aguas habían bajado por lo menos dos metros durante la noche, lo que no es normal en los ríos de la llanura y aprendimos que es lo frecuente en el curso alto. Aquí las lluvias en las cabeceras hacen subir el nivel del río y luego las aguas escurren rápidamente y bajan de nivel en pocas horas.
El motor no funcionaba y se habían perdido las herramientas, ante esto el motorista partió navegando “a bubuya” hacia Puerto San Lorenzo donde había quedado la embarcación de motor de centro en la que vinimos hasta allí y donde contaba con los elementos para reparar el de popa.
Decidí quedarme con los Chimanes y armé mi carpa y mosquitero cerca del caserío de chozas de tacuara y techo de patujú, donde me quede por casi un mes, acompañado de Pablo que hablaba castellano y más o menos se hacía entender por los Chimanes.
Participábamos en la vida de la tribu, eran doce personas, había dos “seméndalas” muchachas a las que ya le había crecido el cabello luego de ser rapadas a su primera regla y estaban listas para elegir pareja.
Los acompañaba y aprendía de ellos que conocían el monte y ríos y sabían utilizar eficientemente los recursos que les daba la naturaleza y de ellos se abastecían, pues aún no habían llegado los antropólogos y misioneros.
Las mujeres hacían chapapas (parrilla de palos) elevadas sobre el rescoldo de la fogata para recibir el humo y el calor suave. Sobre la parrilla ponían lo que habían conseguido cazar ese día, especialmente pescados y monos. El proceso duraba varios días y poco a poco los monos se abizcochaban y volvían negros. Me daba una sensación extraña ver estas formas humanas colgando de las tijeras del techo de las chozas. Igual sucedía con los pescados, y es la forma en que conservan el alimento (pues carecen de sal para hacer charque) para cuando no hay posibilidades de tener carne fresca.
El pescado, los patos y pavas que cazan, los cocinaban en la fogata, junto a las yucas. Los pescados son envueltos en hojas de patujú y luego son cubiertos totalmente con greda (arcilla), así protegidos lo ponen al lado de las brasas durante algunas horas y resulta un manjar delicioso. Las aves las cubrían directamente con greda sin sacarles las plumas pues estas salen cuando se saca la cubierta de arcilla, quedando la presa limpia. El resultado es excelente, salvo la mala impresión de comer los animales sin sacarles las tripas. Yo tenía un manjar especial, la sal, que se peleaban para les regale un poquito.
Otra delicia son los gusanos trochos; se sacan de las palmeras caídas, cuando apegando el oído al tronco se escucha un ruido como si estuvieran rascando es la señal que están grandes y listos para comerlos. Se los saca y se los ensarta en un jipurí y se pone a las brasas, son deliciosos. También se comen crudos agarrándolos por la cabeza, pero no me gustaron. Los gusanos de caluchas se comen crudos, estos son sabrosos y de un sabor dulzón y a coco.
La pesca se hace con arco y flecha. Tenían y fabricaban diversidad de flechas, una para cada tipo de animal y aun para tirarles (desde la hamaca) a los muchachos para que no molesten, estas tenían una punta redonda.
Para las flechas usaban como asta o varilla la flor de chuchio y para la punta, madera de chonta. Los dos extremos del asta (donde van las plumas y donde se inserta la punta) es atado fuertemente con un cordel de fibras retorcidas y para asegurarlo y que la atadura no se mueva lo impregnan con resina de mururé. El tamaño y forma de las puntas y el grosor del asta de la flecha varían. Fabrican flechas para pájaros, estas son delgadas y de punta fina. Para los monos tienen las más aguzadas y con dos aletas como las púas de la raya. Para cazar taitetú, son más fuertes y la punta la hacen de tacuara de manera que al herir el animal este se desangre por la punta acanalada de la flecha. El problema es que hay que seguir al animal hasta que éste ya no puede caminar. De todas maneras tienen todo el tiempo para eso. Para los pescados la punta es en forma de tridente y con aletas o ganchos bien aguzados.
La chicha “patacada” de yuca es la bebida más apetecida. Se cocina la yuca, se la mastica para ensalivarla y luego se la deja fermentar por varios días en unas tinajas bien tapadas. Con la borrachera que esta produce uno se olvida de todo bicho que camina, vuela y pica.
El vestido es de corocho, la corteza de un árbol alto parecido al higuerón. Se busca un árbol grueso y se saca la corteza en forma de una sábana. Se lo sumerge en el arroyo durante unos días y luego se empieza a machacar cuidadosamente golpeando con un mazo de madera. En poco tiempo queda flexible como si fuera una tela. Se dobla la tela por la mitad y se hace un corte para pasar la cabeza, luego se sujeta con un cinto de fibras tejidas concluyendo así el atuendo. Había algunas mujeres con inclinaciones artísticas que le ponían color y algunos adornos, pero no era común.
Para espantar los mosquitos y marigüis, se usa una especie de cola de caballo que se fabrica con el pedúnculo del racimo de motacú. Se lo corta y se lo pasa por las brasas, luego se saca las cáscara verdosa y se empieza a machacar con cuidado y en poco tiempo teníamos con que azotarnos los pies y la espalda y así espantar a los bichos.
Cerca del caserío, en una loma al lado del río, tenía su choza un guarayo viejo que se asumía como chaman y practicaba la curación con yerbas, fricciones con aceites, chupar y escupir los males, sobas y otras artes. En la choza tenía un mosquitero de lienzo, grande y cuadrado, allí llevaba a las muchachas para hacer la sanación que duraba bastante tiempo; a las viejas las curaba rápidamente y al aire libre, en la estera colocada bajo un frondoso tajibo.
Cada cierto tiempo llegaban en canoas algunos enfermos para ser curados, con tomas de aceite de raya o de caimán o fricciones con “untos” de manteca de tigre y luego cubiertos con hojas de macororó.
Como el plan del gobierno es volver 500 años atrás, vale la pena estar preparados por lo menos con la gastronomía.

Chimanestradiciones indigenas

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LAS UTOPÍAS DEBEN CONTINUAR GUIANDO EL CAMINO

Ovidio Roca

Hablar y opinar sobre ecología y protección del ecosistema tiene enfoques y vivencias diferentes si lo hacemos desde las oficinas de un Institución Pública, una ONG, los salones de una empresa o si somos vivientes en una pequeña comunidad, por ejemplo en el TIPNIS.

Engels decía en lenguaje común: “No se piensa lo mismo desde una choza que desde un palacio”. Marx, más al gusto de nuestro Licenciado, explicaba: “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.”

Cuando nos encontramos en condiciones precarias de acceso a la alimentación, la educación y la salud y vivimos prácticamente al día; lo que nos interesa es sobrevivir y cuando algún actor interesado nos ofrece solucionar nuestras carencias, queremos creerle y definitivamente le creemos; y no interesa y tampoco sabemos a qué costo nos llegará esa ayuda. Esto ocurre con esas famosas consultas a los pueblos originarios quienes necesitan creer en las promesas y responden lo que los encuestadores oficiales quieren escuchar y anotar.

Los interesados, agentes políticos, empresarios, negociantes hablan a los indígenas; de caminos, escuelas, hospitales, de bonos y prebendas. Luego detrás de ellos vienen los cocaleros, los madereros, cazadores, agricultores y ganaderos, que transforman rápidamente su entorno ecológico y forma de vida y los excluyen dejándolos en la miseria. De la misma forma ha sucedido con otros mega proyectos y la carretera condenará, en este caso, a poblaciones indígenas yuracarés, mojeñas y chimanes, algunas de ellas con escaso contacto con el mundo externo, a su desaparición porque eso además interesa a los nuevos colonizadores cocaleros.

Por otro lado, y esto debería interesar al mundo, la famosa carretera por el Tipnis destruirá irremediablemente un ecosistema de alta biodiversidad y en muchos casos ni siquiera estudiado, que se perderá antes de siquiera determinar su valor.

Sin embargo la forma de preservar depende de acciones practicas; hay que dar valor económico al ecosistema y se debe tener un dueño y responsable del territorio, pues como sabemos “lo que es de todos es de nadie”.

Y la población del mundo que recibe los beneficios ambientales, debe colaborar económica y técnicamente con el mantenimiento y preservación del ecosistema de estos bosques nativos y su ecosistema, pues hay que pagar por la fijación de carbono, la protección de los bosques y el tesoro que significa la biodiversidad para la ciencia y para el hombre.

DE LAS UTOPIAS
Las utopías sustentables deben seguir guiando el camino a seguir, como aquellas amazónicas de El Dorado y la Loma Santa; y las poblaciones que viven en esos territorios y otros con que cuenta el país, pueden cuidar de estos espacios y vivir allí con otros que quieren seguir el mismo modelo de vida,  más vinculada con la naturaleza, una forma de vida de trabajo para cubrir las necesidades mínimas y  no consumista y en un territorio donde no se introducen especies exóticas, ganaderas o agrícolas.

Para ello se debería apoyar al diseño de un modo de vida amable y ecológico en la zona y facilitar la vida de quienes actualmente viven allí y para los que desean hacer ese tipo de vida; vida natural, lejos del consumismo, pero no de la moderna tecnología ambiental y productiva.

Se trata de implementar una modalidad de vida sin superpoblar el territorio, con pequeñas comunidades dispersas que no afecten y contaminen el ecosistema y siguiendo la filosofía de la naturaleza y el Dios de Spinoza, combinado culturas ancestrales con la más moderna tecnología. Tecnologías limpias para construir viviendas adecuadas, producir alimentos, medios de transporte, comunicación satelital, servicios de educación y salud. Para el transporte y el solaz existen cientos de ríos que se pueden utilizar, son las carretas naturales y no se necesita más, quizá unos drones.

EL ESTADO PLURINACIONAL CONTRA LA MADRE TIERRA
El ataque a la madre tierra y contra el ecosistema, motivado por intereses económicos y geoestratégicos, viene desde tiempo atrás. El año 2011 se reunieron Evo y Lula en Villa Tunari, ambos llevaban collares de hojas de coca para celebrar con la Empresa brasileña OAS y los cocaleros el inicio de la carretera de Villa Tunari San Ignacio de Mojos. Esta carretera de 306 Km fue directamente adjudicada a la Empresa OAS de los amigos de Lula, por la suma de 415 millones de dólares.

Para los cocaleros y su Presidente, el TIPNIS es estratégico pues queda en el área de expansión de cocales, lo que  los brasileros llaman la “estrada da coca” y otros la “rodovía do narcotráfico”, y une Villa Tunari del Chapare, con Mojos y las vías hacia La Paz y Chile y por el otro lado con Trinidad, Santa Cruz y Brasil.

Después de su primer intento fallido, ahora el MAS pretende aprobar una Ley, la Nº 266/2017-2018 de Protección, desarrollo integral y sustentable del territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS)», con la que se pretende eliminar la Ley 180 y la intangibilidad de esa área protegida y territorio indígena. Por esta vía luego viene la migración de cocaleros que amplían sus áreas de cultivo y traen productos químicos para el cultivo y la industrialización de la coca cocaína y de los mineros, madereros, ganaderos que irrespetan la cultura y usos y costumbres de los pueblos originarios arawacs de la amazonia.

Más grave aún, detrás de la carretera vendrán, no sólo nuevos colonizadores, sino también las empresas petroleras, madereras y el narcotráfico, proceso que de hecho ya ha comenzado, con la complicidad del Estado colonizador y cocalero.

La respuesta de los dirigentes de la Subcentral Tipnis ha sido: “No vamos a permitir que se agreda a nuestro territorio con la abrogación de la Ley 180. Tomaremos medidas como autoridades, dentro del territorio”.

Ahora lo que corresponde a la sociedad civil nacional e internacional es dar una solución económica y permanente, valorizando los bosques y la biodiversidad y pagando por ello.
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VIDA COTIDIANA CON LOS CHIMANES

VIDA COTIDIANA CON LOS CHIMANES

Ovidio Roca

Para conocer los ríos del Beni, el año 1958 me uní a una exploración hacia las nacientes de Isiboro, a la que partimos desde Trinidad. Navegamos el Ibare hasta el Mamoré, entramos por la boca del Sécure y finalmente llegamos al Isiboro, que en esa época era una región poco conocida, pues aún no habían ingresado los cocaleros al chapare y sus alrededores.

Luego de algunas semanas, navegábamos el curso alto del río Isiboro, cerca del arroyo querosén. En la oración avistamos un caserío que según Pablo Noe, trinitario de Puerto San Lorenzo, era de Chimanes. El motorista encostó al borde del barranco y ató fuertemente la canoa, subimos hasta las chozas para compartir con la gente, poner fuego, comer algo y pasar la noche. Al día siguiente encontramos la canoa colgada en la empinada barranca y el motor de fuera de borda hundido. Las aguas habían bajado por lo menos dos metros durante la noche, lo que no es normal en  los ríos de la llanura y aprendimos que es lo frecuente en el curso alto. Aquí las lluvias en las cabeceras hacen subir el nivel del río y luego las aguas escurren rápidamente y bajan de nivel en pocas horas.

El motor no funcionaba y se habían perdido las herramientas, ante esto el motorista partió navegando “a bubuya” hacia Puerto San Lorenzo donde había quedado la embarcación de motor de centro en la que vinimos hasta allí y donde contaba con los elementos para reparar el de popa.

Decidí quedarme con los Chimanes y armé mi carpa y mosquitero cerca del caserío de chozas de tacuara y techo de patujú, donde me quede por casi un mes, acompañado de Pablo que hablaba castellano y más o menos se hacía entender por los Chimanes.

Participábamos en la vida de la tribu, eran doce personas, había dos “seméndalas” muchachas a las que ya le había crecido el cabello luego de ser rapadas a la primera regla y estaban listas para elegir pareja.  Los acompañaba y aprendía de ellos que conocían el monte y ríos y sabían utilizar eficientemente los recursos a su alcance pues aún no habían llegado los antropólogos y misioneros.

Las mujeres hacían chapapas (parrilla de palos) elevadas  sobre el rescoldo de la fogata para recibir el humo y el calor suave. Sobre la parrilla ponían lo que habían conseguido cazar ese día, especialmente pescados y monos. El proceso duraba varios días y poco a poco los monos se abizcochaban y volvían negros. Me daba una sensación extraña ver estas formas casi humanas colgando de las tijeras del techo de las chozas. Igual sucedía con los pescados, y es la forma en que conservan el alimento (pues carecen de sal para hacer charque) para cuando no hay posibilidades de tener carne fresca.

El pescado, los patos y pavas que cazan, los cocinaban en la fogata, junto a las yucas. Los pescados son envueltos en patujú y luego son cubiertos totalmente con greda (arcilla), así protegidos lo ponen en las brazas durante algunas horas y resulta un manjar delicioso. Las aves las cubrían directamente con greda sin sacarles las plumas pues estas salen cuando se abre la cubierta de arcilla, quedando la presa limpia. El resultado es excelente, salvo la mala impresión de comer los animales sin sacarles las tripas. Yo tenía un manjar especial, la sal, que se peleaban para les regale un poquito.

Otra delicia son los gusanos trochos; se sacan de las palmeras caídas, cuando apegando el oído al tronco se escucha un ruido como si estuvieran rascando es la señal que están grandes y listos para comerlos. Se los saca y se los ensarta en un jipurí y se pone a las brasas, son deliciosos. También se comen crudos agarrándolos por la cabeza, pero no me gustaron. Los gusanos de caluchas se comen crudos, estos son sabrosos y de un sabor dulzón y a coco.

La pesca se hace con arco y flecha. Tenían y fabricaban diversidad de flechas, una para cada tipo de animal y aun para tirarles (desde la hamaca) a los muchachos para que no molesten, estas tenían una punta redonda.

Para las flechas usaban como asta o varilla la flor de chuchio y para  la punta, madera de chonta. Los dos extremos del asta (donde van las plumas y donde se inserta la punta) es atado fuertemente con un cordel de fibras retorcidas y para asegurarlo y que la atadura no se mueva lo impregnan con resina de mururé. El tamaño y forma de las puntas y el grosor del asta de la flecha varían. Fabrican flechas para pájaros, estas son delgadas y de punta fina. Para los monos tienen las más aguzadas y con dos aletas como las púas de la raya. Para cazar taitetú, son más fuertes y la punta la hacen de tacuara de manera que al  herir el animal este se desangre por la punta acanalada de la flecha. El problema es que hay que seguir al animal hasta que éste ya no puede caminar. De todas maneras tienen todo el tiempo para eso. Para los pescados la punta es en forma de tridente y con aletas o ganchos bien aguzados.

La chicha “patacada” de yuca es la bebida más apetecida. Se cocina la yuca, se la mastica para ensalivarla y luego se la deja fermentar por varios días en unas tinajas bien tapadas. Con la borrachera que esta produce uno se olvida de todo bicho que camina, vuela y pica.

El vestido es de corocho, la corteza de un árbol alto parecido al higuerón. Se busca un árbol grueso y se saca la corteza en forma de una sábana. Se lo sumerge en el arroyo durante unos días y luego se empieza a machacar cuidadosamente golpeando con un mazo de madera. En poco tiempo queda flexible como si fuera una tela. Se dobla la tela por la mitad y se hace un corte para pasar la cabeza, luego se sujeta con un cinto de fibras tejidas concluyendo así el atuendo. Había algunas mujeres con inclinaciones artísticas que le ponían color y algunos adornos pero no era común.

Para espantar los mosquitos y marigüis, se usa una especie de cola de caballo que se fabrica con el pedúnculo del racimo de motacú. Se lo corta y se lo pasa por las brasas, luego se saca las cáscara verdosa y se empieza a machacar con cuidado y en poco tiempo teníamos con que azotarnos los pies y la espalda y así espantar a los bichos.

Cerca del caserío, en una loma al lado del rio, tenía su choza un Guarayo viejo. Me contó Pablo Noe que este guarayo estuvo en la caravana de los mojeños de San Ignacio y algunos de San Lorenzo, que fueron a buscar la Loma Santa. Este se quedó en el Isiboro y practicaba la curación con yerbas, fricciones con aceites, chupar los males, sobar y otras artes. En la choza tenía un mosquitero de lienzo, grande y cuadrado, allí llevaba a las muchachas para hacer la sanación que duraba bastante, a las viejas las curaba rápidamente y al aire libre, en la estera colocada bajo un frondoso tajibo.

Cada cierto tiempo llegaban en canoas algunos enfermos para ser curados, con tomas de aceite de raya o de caimán o friccionados usando “untos” de manteca de tigre y luego cubiertos con hojas de macororó.

Como el plan es volver 500 años atrás, vale la pena estar preparados por lo menos con la gastronomía.

RITUAL DE LA PUBERTAD. LAS SEMENDALAS.

Me comentaban algunos de los chimanes que se hicieron amigos, entre señas y algunas palabras que nos traducía el trinitario Pablo Noe, sobre las motivaciones de este ritual de las semendalas.

Cuando a las niñas les baja la primera menstruación, la madre y tías se juntan en grupo familiar para prepararla y aconsejarla para su próxima etapa de mujer y madre.

En una choza aislada se procede a cortarle el pelo y para eso usan piedras afiladas, con las que poco a poco les cortan el cabello hasta dejarla peladas.

Durante al menos tres días ella está aislada, solo come masaco con charque y toman chicha patacada, mientras reciben los consejos de su familia materna: como asearse durante la menstruación, sus tareas como mujer, sobre las comidas y yerbas para las enfermedades, como escoger su pareja, etc.

Cuando concluye su ciclo menstrual van todas juntas al arroyo, la bañan, la friccionan con aceite de urucú y le ponen un vestido nuevo de corocho adornado con algunas flores y la presentan a la tribu.

Pasado un tiempo y cuando le ha crecido el pelo, ya está lista para tener pareja, pues es una semendala, una mujer lista para iniciar una familia.


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